Con
todos los acontecimientos a los que estamos asistiendo como sufridos
espectadores, se está produciendo un fenómeno que no se había dado aún en
nuestra corta democracia: España ha dejado de ser esa isla de “estabilidad
parlamentaria”¿? en Europa.
Parece
que casi nadie tiene claro a quién votar en las próximas elecciones. Sin
embargo todo el mundo sabe a quién NO va a votar.
Permítanme
que haga un ejercicio de política ficción en el que las siglas de los partidos tradicionales
han sido sustituidas por otras más a tono con lo que parece respirarse en el ambiente.
Así
nos encontraríamos con un parlamento compuesto por:
El
PCU (Partido Contra Uno), compartiría la mayoría con el PCO (partido Contra
Otro), seguidos muy de cerca del PCT (Partido contra Todos). Seguidos muy de
cerca de las fuerzas PAU (Partido Alternativo a Uno) y del PAO (Partido
Alternativo a Otro). Sorprende el avance de PPOC (Partido por Otra Cosa) y el
resto del hemiciclo lo componen el PAEA (Partido de los Antiguos Estómagos
Agradecidos), el PDSC (Partido de los De Su Casa), del PCDSC (Partido Contra los
De Su Casa), el PI (Partido de los Ilusos), el PR (Partido de los Rebotados), y
por último el PCG (Partido de los Cuatro Gatos).
O
lo que es lo mismo, empata el voto de “más vale lo malo conocido..” y “volveré
a confiar…”, seguidos muy de cerca del "voto del cabreo". Sorprende el avance del
“a ver si ahora…” y el resto del hemiciclo lo componen el voto “ahora es la
buena”, el voto a “los mismos vestidos de otra cosa” y el voto a “intentémoslo
por aquí”, el voto a “qué hay de lo mío” y el voto “contra qué hay de lo suyo”,
el "voto iluso", el "voto rebotado" y el "voto residual".
En
ese sentido podemos afirmar que España ya no es un país de pandereta, sino más
bien de abanico. Lo malo de los abanicos es que solo mueven el aire, no lo
renuevan.
033_Abanico español_Collage, 2014_Mariasun Salgado |